Yo amo el peligro!

Así era el lema de un tonto agente secreto de dibujos animados (Cool Mc Cool, para los jovencitos de mi generación).

Hace un par de meses estaba mirando por el ventanal del gimnasio, que queda en un tercer piso. Entonces veo que afuera hay un tremendo andamio, donde dos hombres hacían malabares para colgar una gigantografía que daba a la calle. Me asombró – y al mismo tiempo no me sorprendió! – que estos dos hombres no tuvieran equipo de seguridad: ni cascos, ni cables que los sujetaran… apenas una soga. Realmente era como para denunciar a la empresa encargada. Pensé: ¿En qué país decente permiten que los trabajadores arriesguen así su vida?

Y…. oh sorpresa! Recordé la siguiente anécdota:

Jamboree Los Lagos, Chile 1992. Habíamos viajado con Alberto Giha, también de la gloriosa San Isidro 51, invitados a trabajar en dicho evento nacional. Formábamos parte del equipo de los Grandes Juegos – una de las actividades de programa.  Debíamos ambientar nuestra zona con una especie de castillo medieval…. con mucha imaginación, claro: en vez de torreones, fosos, dragones y princesas…. habíamos de armar una estructura de andamios adornada con banderas y largas tiras de colores que hacían las veces de toldo.  Como digo: con harta imaginación eso debía simular un castillo.

Supuestamente el

Pues bien: primero tuvimos que pintar las piezas de los andamios – estaban todas oxidadas y debíamos darles un toque decentón. Para ello armábamos cada andamio (por decirlo de alguna manera: las dos piezas que tenían las escaleras, más las dos que eran las “X”. Las 4 juntas armaban un prisma rectangular = 1 piso de andamio); de ahí los pintábamos, esperábamos a que secaran, y de ahí los DESARMÁBAMOS y luego los trasladábamos al sitio donde debían ser armados definitivamente. (Pasa que algún inteligente dejó todas las estructuras metálicas,  la pintura y las brochas, en un lugar lejano de donde debían estar…. y como estábamos con el tiempo en contra, decidimos comenzar a pintar ahí mismo). La desgracia era que el clima no nos ayudaba mucho: un par de días llovió, así que lo pintado se iba corriendo, y había que hacer todo de nuevo!!!

Bueno. Al fin salió el sol. Luego de armar el primer piso, había que colocar sobre éste el segundo: es decir: ensartar primero los tubos de los lados que contienen las escaleras, y luego asegurar con las X. Tarea muy sencilla cuando se trata de dos pisos.

Pero sucede que las torres que debíamos hacer eran de 4 a 6 pisos!!! Y por supuesto, ninguno de nosotros era obrero calificado! Y, claro, no teníamos casco, ni sogas, ni nada que nos protegiera (como a los trabajadores de los que hablé al inicio). (Y encima pagábamos para ir al evento!!!! jajaja! Qué locura!)

Cuando íbamos por el tercer piso, comenzaba la tembladera…. y qué decir del cuarto, quinto o sexto! La consigna era : “No mires abajo”.  En fin. Terminadas las torres había que colocar arriba unas banderitas, y ya nadie quería subir. Con una chica brasilera – a la que apodé “Pantera” – nos lanzamos al ruedo, en vista de que varios se echaban para atrás. “Yo amo el peligro”, dije. Y como dos panteras comenzamos a trepar hasta el tope de la torre, siempre sin mirar hacia abajo. Una vez arriba sentíamos cómo toda la estructura temblaba, así que sin pensarlo mucho comenzamos a colocar las dichosas banderitas. De pronto…. no pude evitarlo y miré hacia abajo: la forma rectangular que debía tener la base de nuestra torre de andamios, no era tal: se había convertido en un PARALELOGRAMO – en otras palabras: se había chuequeado tremendamente con todo el movimiento, y ahora ya no había ángulos rectos!!! Así que las dos panteras bajamos mucho más rápido de lo que subimos! Creo que ya en el segundo piso saltamos a tierra firme, pensando que en cualquier momento se venía abajo este asunto! (qué rápido se pierde el valor, no?)

Bueno. Esa fue la primera parte del trabajito. Luego vinieron muchas modificaciones del diseño del castillo, pues debido a la fuerte lluvia y al viento, a cada rato teníamos percances. Por ejemplo: el agua se acumuló en las tiras plásticas que fungían de toldo… así que con el peso, los andamios de los que colgaban las tiras se estaban inclinando – cual torre de Pisa. En otro diseño una torre completa terminó fuera de su sitio, pues la tira plástica que habíamos colgado verticalmente entre esta torre y otra, había actuado como la vela de un barco; así que el viento había soplado y al no encontrar espacio libre por esa especie de vela, había hecho girar toda la torre varios metros!

Al final hicimos lo mejor que pudimos. Los antiestéticos huecos que hicimos a las tiras plásticas para que no acumularan agua de lluvia – cuando hacían de toldo – nos parecieron terribles. Así que nunca le pusimos techo ni paredes (por el tema del viento que soplaba y volteaba los andamios). Terminamos convirtiendo las tiras largas en misios banderines de colores que colgamos entre torre y torre. Lo importante es que no hubo accidentados bajo el castillo famoso de los Grandes Juegos!

La próxima llevo mi casco!