Preparándose para lo inesperado

Mi papá contaba una anécdota de cuando dictaba cursos a los “scouters” (antes se les llamaba así a los dirigentes). En plena noche despertaba a todos y los hacía salir corriendo de las carpas… para volverlas a armar, sin mayor luz y con frío! Me imagino que los scouters no habrán estado muy contentos, pero seguro que la experiencia les habrá servido en algún momento.

A mí me tocó algo similar… Fue en el 85, Camporee en Taricá. De mi grupo habían ido dos patrullas de chicos y una de chicas – de la cual, yo era la Guía. Por alguna razón nos habían separado, pero no nos quejamos, porque era una buena oportunidad para hacer nuevos amigos. Así que armamos los campamentos y de ahí seguimos con las actividades del día.

Mas he aquí una muy desagradable sorpresa: a una de nuestras chicas le robaron el sleeping! El Jefe de Campo llamó a guías para consultar si se trataba de una broma. Lamentablemente no fue así. Entonces, a manera de protegernos unos a otros, le pedimos reubicarnos al lado de los chicos de nuestro grupo. Ya era bastante tarde y no había luz de luna, pero así y todo, desarmamos nuestras cosas y nos movilizamos cerca de nuestros chicos.
(Por cierto, en aquella época no eran muy comunes las carpas tipo iglú. Así que a ciegas – o con la bajísima luz de las antiguas linternas – teníamos que armar nuestra gran carpa de lona y buscar alguna buena piedra para chancar las estacas).

Muchos años más tarde, me invitaron a acompañar a una patrulla de chicas de otro grupo al Jamboree de Arequipa. En nuestra primera reunión pre-Jamboree quise ver cómo armaban su carpa. Las chicas dijeron que era muy simple, pues bastaba con sujetar la enorme lona en la estructura de parantes y codos, que alguna persona precavida había marcado con números (para evitar perder tiempo buscando cuál parante va con cuál otro).

Entonces les propuse lo siguiente: Muy bien, ustedes dicen saber armar la carpa. Ahora me lo van a demostrar…. pero a ciegas! Todas a vendarse los ojos con la pañoleta, y ahora imagínense que llegamos a Arequipa en una noche oscura, no hay gas en los lamparines, y llueve a cántaros… así que hay que armar la carpa lo antes posible, para no mojarnos.

Comprenderán que la habilidad que tenían normalmente no les servía de mucho. Al no poder ver, parecía que los parantes y codos se habían multiplicado. Les tomó casi una hora poner en pie la carpa… pero lo hicieron (y todo el tiempo estuvieron con la pañoleta en los ojos!). Y en la siguiente reunión repetimos la prueba y se demoraron mucho menos. Lógicamente al llegar a Arequipa, el armar la carpa fue rápidisimo. ¡La experiencia valió!

Creo que a veces tenemos que ingeniárnoslas para preparar mejor a nuestros chicos. Un amigo de Arica que estuvo hace poco por aquí, contó que había asistido al “Jamboree del Desierto”. El nombre no suena muy atractivo (¿acaso no es más bonito acampar en un bosque, con pastito en los pies?), sin embargo cuán enriquecidos salieron los chicos de esta actividad: para comenzar, la poca vegetación que había era espinosa, y era muy común pisar las púas (esto sin contar que muchas carpas se dañaron, por no haber limpiado bien el suelo antes de armarlas)… también hay diferencia entre clavar una estaca en suelo blandito y una estaca en suelo duro o también en suelo arenoso.

En el Jamboree Mundial del Centenario hubo una actividad que invitaba a cada scout de esta manera: “Vive tu experiencia más primitiva”. ¿De qué se trataba? De antiguas técnicas de campismo, hoy en día reemplazadas por comodidades técnicas… Por ejemplo había que encender un fogón sin fósforos y mantenerlo vivo hasta llegar a hervir agua… o fabricarse sus propios recipientes y cubiertos, usando cocos y madera!

Bueno, no me siento “tan primitiva”, pero en mis épocas de alita y guía (es decir: ardilla y scout) yo también tuve que cocinar en fogón, aunque siempre teníamos fósforos. Todas en la patrulla estábamos en capacidad de armar un buen fogoncito y de alimentarlo constantemente. Unos años después llegaron las hornillas de gas, que nos facilitaron la vida (y que, de paso, nos ayudan a dañar un poco menos el ambiente, pues ya no quemamos la madera). Igualmente los viejos lamparines de kerosene, que alumbraban con las justas y cuyos vasos terminaban negrísimos (al igual que la cara de aquél que no los hubiera limpiado bien), fueron sustituidos por la incandescente luz de las camisetas de los lamparines a gas – eso sin contar las linternas “hand free” que uno se puede colocar en la cabeza y que poseen unos potentísimos focos blancos.

Sin embargo, creo que a pesar de los “avances” en las técnicas de campismo, es importante enseñar también lo “viejo”, lo “obsoleto”… porque pueda ser que se acabe el gas y no haya cómo cocinar, por ejemplo. O peor: los fósforos se mojaron en el río y nadie sabe prender fuego sin ellos! Vale la pena rescatar algunas de estas cosas, sólo por si acaso.

1 thought on “Preparándose para lo inesperado”

  1. MMMmmmmmm cómo no me voy a acordar … Yo fui uno de aquéllos que requintarnon contra el equipo de la Jefatura que nos tiró las carpas durante la noche …. (no me preguntes ni en qué curso ni el año) El Inge estaba entre ellos … y su sonrisa al día siguiente más que la de BP parecía la de un niño travieso que no fue descubierto.
    Sirvió ? Claro … para amarrar con mas fuerzas los tirantes de las carpas y poner algunas “alarmas” y “sorpresas” …. no sólo ahí sino en todos los campamentos y salidas posteriores.

    Con cariño para tí …
    Tu Daddy debe estar muy orgulloso de ti desde el Gran Campamento.
    Te felicito por el aporte con tu Blog y tu página.

    Un besote,
    A.S.

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